Maggie García, la pasión por delante del miedo


Ningún comienzo fue fácil, pero, si algo de verdad te gusta, debes luchar por ello a pesar del qué dirán. Por ejemplo, a Michael Jordan su profesora de matemáticas le dijo que el baloncesto no le daría de comer, en cambio, las matemáticas sí. Qué ironía, ¿verdad? Pues hoy tenemos un caso parecido, el de Maggie García.

 

Maggie García Aguayo es una joven andaluza de 15 años cuyos padres han sido pilotos, él de campo y asfalto y su madre tan solo de lo segundo. Viviendo desde que nació rodeada de este mundo de las dos ruedas no es de extrañar que ya desde pequeñita le inculcaran esa afición. Sin embargo, según nos cuenta ella, al principio le daban miedo las motos. Pero eso cambió hace algo más de dos años, justo cuando falleció el piloto Marco Simoncelli, fue cuando Maggie se dio cuenta de lo que el motor significaba para ella.

 

Pero había un pequeño problema, ¿cómo les explicaba a sus padres que quería triunfar encima de una moto cuando desde siempre le habían dado miedo? Pues, lógicamente, Maggie empezó poco a poco: primero les pidió una Vespa o una Scooter, pero no consiguió que le comprasen ninguna de esas dos motos. Después les dijo que quería una moto de motocross, pero tampoco lo consiguió. Al final fue su padre quien se la compró, pero para él. Se compró una Honda CR de 250cc, moto que a Maggie le encanta, pero lo único a lo que podía aspirar era a ir de “paquete” en ella. Durante ese tiempo en el que ella quería llevar la moto por sí misma pero sus padres no la dejaban, la joven aprendió las marchas y el manejo, aunque, claro está, sin arrancarla. Aunque a sus 14 años a ella ya le emocionaba el simple hecho de estar subida a una moto cual niño pequeño.

 

Por suerte, en la Navidad de 2013 llegó el tan ansiado día. A Maggie le regalaron su primera moto. Ella nos cuenta que nada más verla saltó, chilló y por poco no sale a correr en pijama por la ciudad. La moto en cuestión era una Pinbike 160cc de competición. Además, le regalaron el resto del equipo: botas, casco, guantes, pantalones, peto, camiseta... todo a juego. Nos cuenta que estaba emocionadísima, sin embargo, esos días llovió así que se tuvo que esperar al siguiente fin de semana para poder estrenar su moto nueva.

 

Como lo normal es que las cosas nuevas al principio asusten un poco, el primer día que Maggie cogió la moto lo hizo con un poco de miedo por el temor a caerse. Pero eso no le impidió que trazara un circuito con su padre entre la parcela de olivos de su abuelo. El circuito en sí era bastante simple, pero para una principiante como ella, era un mundo.

 

Al final, tal y como había predicho Maggie, se cayó al hacer una curva, pero no le pasó nada. Así que, como buena valiente, lo volvió a intentar otro día y, como la mejor manera de aprender es cayéndote y volviéndote a levantar, así lo hizo Maggie y aunque se volvió a caer, ya se iba soltando con la moto y hasta jugaba con la segunda marcha y al siguiente fin de semana se hizo con la tercera y la cuarta.

 

Maggie, avanzaba rápido y por primera vez salió a campo abierto con su padre, algo muy divertido, recuerda. La siguiente semana también salieron, pero como durante esa semana había llovido, no llegaron muy lejos debido al mal estado del campo. Maggie reconoce que, para alguien que lleva ya tiempo en este mundillo, aquello habría sido un juego, más divertido. Pero para ella que acababa de empezar, le dio miedo. Aunque aún así lo intentó, pero no pudo seguir debido a su inseguridad y al miedo que tenía, ya que en un trayecto de 100 metros se cayó al menos cuatro veces. De modo que por ese día dieron por finalizado el entreno, cosa de la que Maggie se arrepintió. En el fondo, su pasión hacia este deporte le suplicó que siguiera intentándolo, pero el miedo pudo más en aquella batalla. Aunque, por supuesto, no en la guerra, porque hace poco tiempo Maggie cogió por primera vez la 250cc y anduvo con ella hasta que se cayó y partió el peto por la mitad. Pero ese pequeño incidente no le quita las ganas de volver a montarla.

 

Con el tiempo, la joven ha aprendido a ir por el barro y ya nada la detiene, alguna que otra caída por día, pero eso es todo. Y sus ambiciones van más allá. Ella quiere dejar el listón algo más alto aprendiendo a manejar la Honda CR de su padre, primero, y después, lo que siempre ha soñado, correr en velocidad.

 

Su idea es empezar con el CAV (Campeonato Andaluz de Velocidad). Sin embargo, Maggie tiene muy claro que es prácticamente nueva en este mundo y que debe ir un poco más despacio. Pero tiene clarísimo que eso es lo que quiere. A sus padres, como es lógico, les da miedo que quiera pasarse a la modalidad de velocidad porque dicen que está muy bien en enduro, pero, citamos textualmente de la propia Maggie: “Es lo que realmente sueño hacer, y he apostado, si consigo ganarles en una carrera, la moto de velocidad es mía. Así que ahora a dar mucho gas.”¡Muy bien dicho, Maggie! 

 

Desde Paddock Motociclismo le deseamos lo mejor a esta pequeña valiente y ojalá que cumpla su sueño. Desde luego, nosotros estaremos muy atentos a su carrera deportiva que, esperemos, sea muy larga y prometedora.

 

Por Ana Calatayud.