Ana Carrasco es uno más

La mejor lectura que se puede hacer de las tres primeras carreras de Ana Carrasco como mundialista es precisamente esa: es un piloto más. Está siendo un inicio difícil, sí, como el de cualquier ‘rookie’. No ha puntuado todavía, como tampoco lo ha hecho casi la mitad de la parrilla de Moto3. Los puntos llegarán, igual que para la mayoría de adolescentes que pueblan el pelotón de la categoría pequeña.

 

A estas alturas, dudar del talento de Ana debería estar tipificado como delito en el Código Penal de MotoGP. Conviene aclarar, dado que todavía hay gente que cree lo contrario, que la murciana no dispone –ni mucho menos- del mismo material del que goza Maverick Viñales, su compañero en el Calvo Team. Para entendernos, sería como comparar la MotoGP de Álvaro Bautista con la CRT del australiano Bryan Staring, por más que ambos vistan el verde del Go&Fun de Gresini.

 

De hecho, compartir ‘box’ con Maverick tiene un aspecto claramente negativo -también muchos positivos en cuanto a aprendizaje y recogida de información-; ya que por mucho que todo el equipo, con Pablo Nieto a la cabeza, siga con lupa las evoluciones de Ana; es evidente que con el paso de las carreras, si como es de esperar, ‘Mack’ está enfrascado en la lucha por el título, la gran mayoría de las evoluciones irán a parar a la moto del de Rosas.

 

No les pasará lo mismo a sus adversarios, que si bien están encuadrados en estructuras más modestas, disfrutarán de las mejoras según vayan llegando, a la par que sus respectivos compañeros. En este contexto, se hace necesaria una pregunta: ¿Quiénes son sus rivales? Más concretamente, ¿qué pilotos debemos utilizar –y debe utilizar ella- para medir su rendimiento y su progresión? La respuesta rápida parece clara: los ‘rookies’.

 

Su paisano Juanfran Guevara, los italianos ‘Pecco’ Bagnaia, Matteo Ferrari y ‘Lory’ Baldassarri, los alemanes Philipp Oettl y Florian Alt, el belga Livio Loi, el británico John McPhee y el japonés Hyuga Watanabe; así como los diferentes ‘wild cards’ que aparezcan durante la temporada como Jorge Navarro o Kevin Hanus en Jerez. De momento, y si excluimos a Álex Márquez de la guerra de Ana, solo han puntuado McPhee y Loi, ambos en Jerez.

 

De por sí, esto ya resulta un buen indicativo para Ana, y más teniendo en cuenta que resolvió las carreras de Losail y Austin con sendos vigésimos puestos, terminando delante de un nutrido grupo de pilotos entre los que se encontraban un buen número de los arriba citados. Es lógico que Jerez haya dejado un regusto amargo, pero poniendo en perspectiva la actuación de Ana se hace inevitable no colmarse de optimismo.

 

Superado el ecuador de la carrera, la de Cehegín se fue al suelo junto a Florian Alt –actual ganador de la Red Bull Rookies Cup- cuando rodaba en 17ª posición a dos segundos de la zona de puntos que marcaba Livio Loi, que a la postre arañó un punto. La conclusión es evidente: los puntos llegarán solos, de nada sirve precipitarse. Desconozco el actual paradero de Katja Poensgen –aunque me han chivado que ha estado corriendo hace poco el Mundial de motos eléctricas-, pero si sigue viendo el Mundial sabe que tiene una heredera.

 

No pudo ser Elena Rosell, que fue la encargada de abrir una rendija en el retorno de la mujer a la élite del motociclismo. Probablemente se había ganado el derecho a un segundo año, pero no vale la pena lamentarse. El presente de este deporte es efímero, Elena lo sabe y ya está a la caza de nuevos retos (que ha empezado con un carrerón en Montmeló). Con el relevo de Ana, su testigo está a salvo.

 

Si Elena abrió una rendija, Ana está dispuesta a derribar la puerta de una patada. Lo hará. De momento ya ha asomado la cabeza, comprobando que está hecha para quedarse dentro. Y cuidado, porque cuando no haya puerta empezarán a colarse María Herrera, Sara Sánchez y muchas más. Unas se quedarán, otras probarán las mieles mundialistas y otras se quedarán a las puertas. Exactamente igual que sus compañeros masculinos. Como debe ser.

 

Por Nacho 

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